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sábado, 2 de octubre de 2010

DOMINGO XXVII TIEMPO ORDINARIO

Cualidades de la fe. En los textos litúrgicos es posible descubrir algunas de las cualidades que ha de poseer la fe vivida en situación.


Reavivar el don de la fe que hemos recibido. El tema de las lecturas de este domingo es la fe, presente en las tres lecturas. Al final de la primera dice: "El justo vive de la fe". El Salmo 94 nos invita a no endurecer nuestro corazón para abrirnos a Dios, y San Pablo invita a Timoteo a reavivar el don de la fe que ha recibido de Dios. Según la primera lectura, lo que da vida al justo judío es la fe. Una fe que, para los cristianos, consiste en la adhesión a Jesús y se expresa no sólo en la práctica de la justicia, sino en la del amor sin límite a los demás, como Jesús. El profeta Habacuc muestra a un justo que no entiende el silencio de Dios ante la injusticia y la violencia humana que padece por parte de los pecadores. Le recomienda que sepa esperar y anhelar ese día en que se manifieste la justicia de Dios sobre este orden injusto. Ese día se ha manifestado ya en Jesús que ha tenido que cargar en la cruz con la injusticia humana muriendo víctima de ella, pero expresando al mismo tiempo que sólo el amor pondrá remedio a los males del mundo. Como recomienda Pablo a Timoteo en la segunda lectura es necesario reavivar ese don de Dios recibido para dar testimonio de Jesús en el mundo, con espíritu de energía, amor y buen juicio, que en esto consiste “vivir con fe”. Este es el precioso depósito que el cristiano debe guardar celosamente con la ayuda del Espíritu de Dios que habita en nosotros.

1) Una fe basada en una profunda humildad. Después de que Jesucristo en el Evangelio ha resaltado la potencia de la fe, pone de manifiesto que esa eficacia proviene de la convicción creyente de la propia pequeñez: "No somos más que unos pobres siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer". ¿Qué es lo que tenemos que hacer? Servir a Dios y hacer su voluntad.

2) Una fe esperanzada.

Las tribulaciones, los sufrimientos, las desgracias no podrán disminuir en lo más mínimo nuestra espera y nuestra esperanza en la intervención de Dios. No hay que dudar, porque la acción de Dios llegará. ¿Cuándo? ¿Cómo? Hemos de dejar que Dios responda con plena libertad, con la seguridad de que todo lo hace con justicia y para bien de los que ama.

3) Una fe testimoniada.

La fe es un don que Dios nos da, y es una tarea que Dios nos encomienda. Como tarea la hemos de realizar día tras día, en las circunstancias concretas, que a veces pueden ser arduas y difíciles. Una fe humilde, esperanzada y martirial, la necesitamos también los cristianos de hoy, en un ambiente muchas veces carente de fe, incluso hostil a ella.

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