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sábado, 25 de julio de 2015

PAPA FRANCISCO ESTADIA EN BOLIVIA


Quiero compartir con vosotros esta  reflexion  que  va con mi linea de pastoral, me parece muy interesante que cada uno  vayamos aprovechando  la comunion del  Papa Francisco, quien  invito a todos los creyentes a vivir la  alegria del evangelio desde nuestras periferies. 
Mons. tito Solari Capellari
Han pasado dos semanas desde que, en Bolivia, hemos tenido la oportunidad de vivir y disfrutar de la presencia de nuestro Papa Francisco.
Han sido días inolvidables, en que su cercanía física y sus sentimientos, expresados a través de sus discursos y gestos, han conmovido nuestros corazones. Y es por ese motivo que es importante detenernos y reflexionar en sus palabras.
En primer lugar, como Vicario de Vida Consagrada, me parece importante rescatar algunos aspectos del mensaje que nos dirigió en el Coliseo Don Bosco.
Nuestro Papa Francisco insiste muchísimo en que tengamos los ojos y los oídos abiertos, que estemos atentos al sufrimiento de los pobres, los marginados, que no pasemos de largo…
Muchas veces, el trabajo y la misión en que estamos inmersos nos absorben tanto, que nos impiden ver o escuchar lo que sucede a nuestro alrededor. No se trata de actuar por mala voluntad, simplemente es que nos dedicamos a nuestra labor y no nos percatamos de lo que sucede en nuestro entorno.
En este sentido, les animo a que, por ‘higiene espiritual’, nos aboquemos a detectar situaciones de sufrimiento a nuestro derredor, pero no sólo a nivel de conocimiento, sino de experiencia, de contacto directo, para sentir en la piel y el corazón el sufrimiento del pobre.
Esto es necesario, el verdadero encuentro, el dejar que, como al Señor, se nos conmuevan las entrañas. Sobre esto el Papa nos recordó las palabras de Juan: “¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? (1 Jn 4, 20b)”. Amar implica compromiso, cercanía, involucrarse, ‘ser prójimo’ como el Buen Samaritano.
Que el Espíritu del Señor nos ilumine para que la ilusión y alegría que nos trasmitió el Papa durante su visita sean un estímulo que nos ayude a vivir nuestra consagración con una mayor entrega y apertura a las necesidades de los demás.
Con afecto,
Mons. Tito

miércoles, 15 de julio de 2015

CUIDA A LOS MAYORES - QUEDATE AQUI

Quédate aquí, –dijo la mujer, aparentando dulzura, aquí vas a estar muy bien.
Verás correr a los perritos y te vas a divertir mucho. A continuación puso una bolsa con pañales a su lado y una nota escrita que decía: «Me llamo John King y padezco de Alzheimer», y desapareció, abandonando al anciano en una pista de carreras de perros.
La que abandonó al anciano era Sue Gifford, una mujer de cuarenta y un años de edad y el anciano abandonado era su propio padre, de ochenta y dos años, y víctima de Alzheimer.
Para librarse de la carga que significa esa enfermedad, la hija lo llevó a una pista de carreras de perros y lo abandonó en su silla de ruedas. El juez la condenó a seis años de prisión.
Este caso, que apareció en uno de los periódicos de Estados Unidos, conmovió a toda una comunidad. Se sabe que la enfermedad de Alzheimer es dolorosa. Deja a la persona totalmente inhabilitada y no puede valerse por sí misma. Es un caso patético del ser humano que ha perdido lo mejor de si.
No obstante, hay una ley universal que descansa sobre el ser humano: «Obedezcan y cuiden a su padre y a su madre. Así podrán vivir muchos años en el país que les voy a dar» Éxodo 20:12.
Este es el quinto mandamiento del decálogo de Moisés. Abandonar a los padres ancianos por cualquier causa que sea y especialmente si es sólo por quitarnos de encima el estorbo que ellos representan, es el colmo de la ingratitud y el desprecio.
Hay excelentes establecimientos especializados para prestar la debida atención a los ancianos.
Muchos hijos, con sabiduría y cariño, internan allí a sus progenitores, porque se les hace imposible convivir con ellos. Pero no los abandonan, siguen en el corazón de cada hijo, se toman el tiempo de estar con ellos demostrando preocupación y ternura.
Sin embargo, cuando se da el caso de hijos que no tienen la facilidad de internar a sus padres en lugares como esos, tiene que ponerse en juego otros recursos. Aquí es donde entra un amor muy especial y un cariño único.
El mandamiento de honrar a los padres viene de Dios. También viene de Dios, para quien lo desee, la inspiración, la paciencia y la determinación de proceder conforme a los eternos y justos mandamientos divinos.
«Honremos a nuestro padre y a nuestra madre. Algún día seremos nosotros los que recibamos esa honra»

jueves, 9 de julio de 2015