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sábado, 30 de octubre de 2010

FIESTAS DE TODOS LOS SANTOS

Santoral




LAS FIESTAS DE LOS SANTOS

Los Santos ocupan un puesto importante dentro de la liturgia de la Iglesia y de nuestra vida cristiana. Cada vez que celebramos la Eucaristía, evocamos su presencia invisible: Permite, Señor, que «con María, la Virgen Madre de Dios, los Apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas». Pero, ¿qué es un santo?, ¿cómo se inserta el recuerdo de un santo, al correr de los días, en la celebración del misterio de Cristo?. Conviene que reflexionemos sobre ello para comprender la importancia que tienen las fiestas de los Santos.

«Tú sólo eres santo»

"«Tú sólo eres santo, tú. sólo Señor, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre». Sólo Dios es Puro. Sólo El es Transparente. Sólo El es Amor. Sólo El es Santo. Los hombres no son santos sino en la medida en que Dios los ha convertido en sus consagrados: «Sed santos, porque yo, el señor Dios vuestro soy Santo»

Poco a poco, a partir de la época en que, se desarrolló el culto de los mártires (siglo IV); se fue reservando el titulo de santo de modo cada vez más exclusivo a aquellos fieles de Cristo de los que se tenían suficientes motivos para creer que la muerte les había introducido a la intimidad con Dios. Desde el siglo XVII, sólo tras una minuciosa investigación canoniza el Papa a un santo: en tal caso declara solemnemente que ese cristiano goza en el cielo de la visión de Dios y que se le puede honrar como modelo e intercesor.

La imitación de Jesucristo


Comoquiera que un santo es un miembro vivo de Cristo, se comprende que los cristianos más fervorosos hayan vivido con sus miradas fijas en El, a fin de reproducir en sí mismo su imagen. Desde Esteban -que muere perdonando a sus verdugos-hasta Francisco de Asís-que recorre los caminos de Italia sin otro deseo que el de vivir las bienaventuranzas-, todos los santos han tenido como único ideal el imitar a Jesús y caminar tras las huellas de su amado.

Los primeros fieles lo comprendieron muy pronto. La relación del martirio de los cristianos de Lyon (177) lo atestigua: «Cristo sufría en los Santos... El cuerpo de Fotino era tan viejo como enfermo, pero conservaba en él su espíritu, a fin de que, por medio de él, triunfara Cristo». En cuanto a Blandina, «pequeña, débil, despreciada... se había revestido de Cristo» y sus compañeros «veían con los ojos corporales, por medio de su hermana, a Aquel que había sido crucificado por ellos».

El martirio constituye «la más bella expresión de fe» y una auténtica celebración del misterio pascual. Mas, aun cuando la santidad alcance su cúlmen en el martirio, esos mismos dos elementos se encuentran en todas las demás formas que pueda recibir. Estas otras formas ilustran la condición humana en cada uno de sus diversos estados de vida: hombres y mujeres, jóvenes y adultos, casados y célibes, pobres y ricos, cultos e ignorantes, contemplativos y hombres de acción..., todos tienen sus representantes dentro de la multitud ingente de los santos. Lo mismo cabe decir en lo tocante a las distintas situaciones de los bautizados en la Iglesia: obispos y sacerdotes, laicos que llevaron la vida consagrada de los monjes y de las vírgenes o la de los penitentes, y otros que viviendo como casados, testimoniaron el amor de Cristo para con los hombres.

El Calendario del Misal.

El Calendario general de la liturgia romana, que ha sido promulgado por el papa Pablo VI en 1969. No contiene más que un número reducido de santos (Unos 180), que son honrados en el mundo entero. Por consiguiente, no tienen por qué estar incluidos en él por necesidad los nombres del santo patrono de cada persona o el de algún santo popular en una región determinada.

Al restringir el número de santos inscritos en el Calendario general, se ha pretendido realzar que la celebración del Misterio de salvación ocupa el primer lugar dentro del año litúrgico, en especial en los tiempos de Cuaresma y Pascua.

El actual Calendario es heredero de un largo pasado. Resume el testimonio de la santidad cristiana en el transcurso de los siglos y en todas las latitudes geográficas. Por eso se encuentran representados en él con algunos nombres todos los siglos y todos los continentes. Pero la Iglesia de Cristo conserva con un amor de predilección el recuerdo de sus orígenes. De ahí que el culto de la Virgen María y de los Apóstoles, así como el de los mártires de los primeros siglos, ocupen un lugar de privilegio entre las fiestas de los santos.

Al lado de los mártires, nos encontramos con los grandes prelados que condujeron a la Iglesia en los momentos más difíciles, Atanasio e Hilario, León Magno y Gregorio VII; los doctores que siguen siendo, hoy como ayer, los guías de nuestra fe: Ireneo, Agustín y Crisóstomo, Anselmo y Tomás de Aquino, Teresa de Ávila; los padres de la vida monástico: el gran Abad Antonio, Basilio y Benito; los misioneros: Agustín y Bonifacio, Cirilo y Metodio, Francisco Javier; los sembradores de vida evangélica en plena Edad Media: Francisco de Asís y Domingo; los hombres de acción y contemplación que han abierto a la Iglesia la senda hacia los tiempos modernos: Ignacio de Loyola y Vicente Paúl; los soberanos que gobernaron a sus pueblos justa y rectamente: Esteban de Hungría y Luis de Francia... Y, finalmente, repartida a lo largo de los meses la procesión de santas mujeres que avanza al encuentro de Cristo: las vírgenes, desde Escolástica a Clara de Asís y Teresa de Lisieux; las esposas, desde Ana la Madre de María a Mónica y las dos Isabel.

Los nombres de los santos se han inscrito habitualmente en el calendario en el día de su muerte, que es aquel en que entraron «en el gozo de su Señor» (Mt. 25, .21). Unicamente algunos santos importantes, cuyo aniversario cae de ordinario en Cuaresma, aparecen en otra fecha distinta. Así, por ejemplo, San Gregorio Magno y San Ambrosio se conmemoran en el día en que fueron consagrados obispos.

La celebración de las fiestas de los santos

La celebración de las fiestas de los santos supone tres categorías: las grandes fiestas de la Virgen María (1 de enero, 15 de agosto, 8 de diciembre), de San Juan Bautista, San José, San Pedro y San Pablo y la de Todos los Santos, son otras tantas solemnidades. Luego vienen las fiestas de menor importancia en honor de María (31 de mayo, 8 de septiembre) y las de los Apóstoles y Evangelistas. Las restantes fiestas de los santos reciben el nombre de Memorias: no suponen un día de descanso dentro de la vida cotidiana, pero en la Misa y en la Oración de la Iglesia se evoca la memoria del Santo, se leen eventualmente sus escritos y se reza al Señor valiéndose de su intercesión.

Nuestro Calendario

Con nuestro Santoral pretendemos dar a conocer retazos de la vida de los seguidores de Jesús a lo largo de la historia del cristianismo, y que los valoremos en sus dos facetas más importantes, como imitadores de Cristo y modelos a seguir, como intercesores nuestros ante el Señor.

Que cada cristiano conozca un poco mejor la vida de su santo personal, aquel que le pusieron como patrono el día de su bautismo y a quien sus padres y padrinos pusieron como intercesor y modelo especial.

Hemos incorporado aquellos santos que están en el Calendario Universal de la Iglesia, los santos propios de Galicia en donde está ubicada nuestra parroquia, los santos propios de España y algunas (las que conocemos) advocaciones de María; los santos hispanoamericanos y los santos de devoción popular.

Nos hemos guiado y ayudado del Misal Romano, del Misal Gallego, del Calendario Litúrgico-Pastoral de España, y de las obras: "La Casa de los Santos", de Carlos Pujol.; "Su guía diaria de meditación con los santos" de Woodeene Koening-Bricker; "Los Santos noticia diaria" de Valeriano Ordóñez; de la Enciclopedia Espasa-Calpe, de la Enciclopedia Rialp y de diversos fascículos y folletos.

Deseamos que este trabajo sea provechoso para ti y te ayude en el "Camino" hacia el Padre.

viernes, 29 de octubre de 2010

Celebracion Penitencial Inicio de Año Pastoral 2010

Introducción


Celebrar el perdón es siempre motivo de alegría. Nuestro pequeño corazón se llena de regocijo porque experimenta la paz interior, como resultado de la cercanía a Dios y a los hombres, nuestros hermanos.

Mirar al pecado y recibir el perdón de Dios es como renacer y ser criaturas nuevas.

En el corazón grande del Padre se sumerge toda nuestra vida y ya no tiene importancia nada más que el amor. El corazón del Padre acoge nuestro pequeñito corazón para seguir dándonos vida.

Así, celebrar el perdón de Dios es como recuperar la vida, y renacer a la esperanza de que podemos dar los buenos frutos que Dios espera de nosotros.

Canto

Gracias quiero darte por amarme.
Gracias quiero darte yo a Ti, Señor.
Hoy soy feliz porque te conocí.
Gracias por amarme a mí también.
Yo quiero ser, Señor amado,

Como el barro en manos del alfarero.
Toma mi vida, hazla de nuevo.
Yo quiero ser un vaso nuevo.

Te conocí y te amé.
Te pedí perdón y me escuchaste.
Si te ofendí, perdóname, Señor,
pues te amo y nunca te olvidaré.

Oración

Señor, tú no quieres la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Tú haces salir el sol sobre buenos y malos, y haces que la lluvia fecunde los campos de unos y de otros. Enséñanos, Señor, a amar como tú amas, sin menos-preciar a los que piensan de otra manera, sin despreciar a los que nos critican, sin guardar rencor a los que nos aborrecen. Amén

Lecturas

La Palabra que vamos a escuchar, no nos puede dejar pasivos. Es una palabra que nos tiene que hacer reflexionar sobre nuestro comportamiento con Dios y con los hombres. Es una palabra que nos cuestiona la vida y nos plantea retos constantes que nos impulsan a corregirnos y superarnos. Quien se deja conducir por la Palabra de Dios, camina por el sendero del bien y la felicidad. Pero hay muchas cosas que se apoderan de nuestro corazón y nos hacen caer en el pecado. Por eso la Palabra de Dios nos denuncia y nos pone al descubierto ante nuestra propia realidad.

EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN Mateo 5,43-48.6,19-21.24. 7, 1-5.12

Reflexión a la luz de la Palabra
VOZ 1: Vivimos en un mundo en el que los hombres hemos quitado de nuestro horizonte a Dios. Nos creemos autosuficientes y rechazamos una salvación que venga más allá de nosotros mismos. Nuestro mundo se caracteriza por la falta de fe. Mientras tanto, nos entregamos a todo lo que suponga disfrutar del presente, buscando satisfacer en exceso nuestras necesidades, derrochando más de lo que necesitamos, acumulando cosas innecesarias, sin preocuparnos realmente del hecho de que muchos hombres carezcan de lo más fundamental para vivir. Confundimos el amor con el mal uso de nuestro cuerpo y de nuestra sexualidad, y hemos terminado por suprimir de nuestro lenguaje la palabra “pecado”, porque creemos que todo está bien y que para la libertad humana no debe ser, ni siquiera el propio Dios un obstáculo.

VOZ 2: Eso de compartir con los demás las alegrías y las penas no es fácil. Preferimos unirnos a los demás cuando las cosas les van bien, pero en los momentos difíciles preferimos que cada uno cargue con sus problemas. ¡Qué necesidad tenemos de complicarnos la existencia! ¡Bastante tiene cada uno con vivir su vida!

VOZ 3: Nos gusta destacar, diferenciarnos de los demás. Nos llenamos de soberbia porque nos creemos mejores que los otros. No somos capaces de hacer las cosas de una manera gratuita, porque siempre vamos buscando una recompensa, o al menos que se reconozca el valor que tenemos. Nos gusta que se nos alabe y que constantemente los demás nos tengan que estar agradecidos. A veces nos creemos poseedores de la verdad y nos cuesta admitir que podamos equivocarnos, o que los otros tengan razón.

VOZ 4: Estamos hechos para el bien; pero sin embargo, nos resulta más fácil obrar el mal. Solemos decir que pagamos son la misma moneda con que nos pagan los demás, y así nos hacemos semejantes a ellos. A veces nos resulta más fácil crear discordias entre los que nos rodean y sembrar la división, que ser pacificadores y creadores de unidad.

VOZ 5: A veces nos cuesta tanto más querer a la gente que odiarla. Cuando el odio y el rencor se apoderan de nuestro corazón, nuestros ojos son incapaces de ver los valores que hay en las demás personas. Vivimos clasifi-cando a la gente colocándoles “etiquetas”, que puede que nada se ajusten a lo que son en realidad. Somos capaces de despreciar a los demás y de ignorarles dañinamente, sólo porque no les creemos tan “dignos” como nosotros. Somos injustos con los demás porque no nos consideramos todos iguales. Nos ponemos de parte de los que nos halagan con sus palabras, y rechazamos a quienes nos incomodan con la verdad... Presumimos de ser “buenos creyentes”, pero nos despreocupamos de vivir conforme a los que Dios nos pide, porque preferimos la aprobación y el favor de los hombres, que el sacrificio que implica parecernos a Dios.

VOZ 6: Vivimos para acumular, para tener, para poseer...¡No importa el modo de conseguirlo... Lo realmente importante es aparentar más que los demás. Endiosamos el dinero y todo cuanto con él podamos conseguir. Vivimos para el dinero y hacemos que todo gire en torno a él. Entretanto, permitimos que la avaricia se adueñe de nuestro corazón y que no pensemos nada más que en nosotros mismos, en nuestra comodidad y en nuestro bienes-tar.

VOZ 7: Nos creemos capaces de convertirnos en jueces de los demás creyéndonos superiores a ellos y con derecho a estar continuamente poniendo al descubierto los fallos y errores que hay en sus vidas. Sin embargo, nos cuesta reconocer que nosotros caemos en los mismos errores que ellos, o tal vez peores. Nos falta humildad para reconocer nuestra debilidad y nuestros pecados pensando siempre que los malos son los otros, y que nosotros no tenemos nunca de qué examinarnos y culparnos.

Examinamos nuestra vida

 ¿Cuáles son los “dioses” a los que me entrego y sirvo?

 ¿Qué puesto ocupa Dios en mi escala de valores?

 ¿Me esfuerzo en imitar con mi vida el ejemplo de Jesús?

 ¿Busco de verdad servir a Dios o más bien trato de poner a Dios a mi servicio?

 ¿Vivo feliz con lo que tengo o estoy siempre ambicionando tener más?

 ¿Veo siempre el lado negativo de las personas y soy fácil a la crítica?

 ¿Soy causa de enemistad entre mi familia, mis amigos y conocidos?

 ¿Soy solidario con el dolor de los demás o sólo me preocupo de mí y de los míos?

 ¿Domino mi agresividad o me dejo llevar por mi genio y mi soberbia?

 ¿Perdono cuando me ofenden o me dejo llevar por el rencor?

 ¿Qué actitudes y comportamientos personales me alejan de la voluntad de Dios?.

Oración

Señor Jesús, Tú has venido para anunciar e iniciar el Reino. Y nos llamas a seguirte.

Pero no quieres seguidores individuales que vivan en solitario su aventura.

Nosotros queremos ser Comunidad, vivir en Comunidad. Ayúdanos a formar una Comunidad viva:

+ en la que todos celebremos la fe, compartamos la fe, y pongamos a disposición de los otros las cualidades de cada uno.

+ en la que nos sintamos todos evangelizados y evangelizadores; y sentirnos parte de la iglesia. Amen

CANTO

sábado, 23 de octubre de 2010

CURSILLOS PRE MATRIMONIALES

ARCIPRESTAZGO DE ALAGON

1er. Cursillo de NOVIOS: 6 de noviembre al 18 de Diciembre, HORA 20:00. Locales parroquiales

¿QUÉ HACE FALTA PARA CASARSE?


Para casarse hacen falta principalmente dos cosas:

AMOR: que la pareja se ame de verdad. Aunque esto pueda parecer evidente no siempre es así. Hay personas que se casan por otros motivos o intereses ajenos al amor.

MADUREZ HUMANA: tener la capacidad necesaria para asumir seriamente las responsabilidades que conlleva el compromiso personal y público de vivir juntos formando una familia.
 
QUÉ HACE FALTA PARA CASARSE POR LA IGLESIA?


Además del Amor y de la Madurez humana, para casarse por la Iglesia hacen falta otras dos cosas fundamentales:

CREER EN DIOS, JESUCRISTO Y SU IGLESIA: ser CRISTIANO con todo lo que eso implica, y no sólo creyente. Creyente es el que cree en Dios, ya sea judío, musulmán, budista... El cristiano cree en EL DIOS DE JESUCRISTO. Es decir, cree y entiende a Dios como Jesús nos enseña en el Evangelio.

- ENTENDER EL MATRIMONIO COMO SACRAMENTO: es decir, como un compromiso de amor que expresa y manifiesta el mismo amor de Dios, y que le pareja ha de vivir con decisión, entrega y fidelidad para siempre.

Es necesaria una reflexión seria y profunda antes de tomar la decisión de casarse por la Iglesia. Sería bueno, por tanto, preguntarse con sinceridad:

¿Por qué nos casamos por la Iglesia?

¿Qué sentido tiene para nosotros el Sacramento del matrimonio?

¿Qué va a representar después, en nuestra vida de cada día, este compromiso que vamos a contraer ante Cristo y la Iglesia?

Una reflexión que tiene que hacer cada uno personalmente y como pareja, juntos. Y el Cursillo Prematrimonial debe suponer una oportunidad para reflexionar sobre todo esto y para clarificar posturas.

Lo que la Iglesia hace se puede resumir en tres cosas:


Escuchar y conocer en profundidad la PALABRA DE DIOS, para poder vivirla y predicarla.

Celebrar su fe en la ORACIÓN y los SACRAMENTOS, principalmente en la EUCARISTÍA de cada domingo para conmemorar la Muerte y Resurrección del Señor, reunida como una familia.

Vivir la vida desde la fe, actuando con los criterios de la ética cristiana. COMPROMETIÉNDOSE en el trabajo por hacer un mundo mejor, estando al lado de los pobres, los marginados y los que sufren. 
 
EL MATRIMONIO CRISTIANO.


- ¿QUÉ ES EL MATRIMONIO CRISTIANO?

Según lo que hemos dicho que es un sacramento, sería el encuentro con Dios desde el amor de dos personas que quieren hacer un proyecto de vida común y formar una familia. Un íntima COMUNIDAD DE VIDA Y AMOR bendecida por Dios por medio de su Iglesia.

Para un cristiano, ese amor de la pareja es signo de dos cosas:

El amor de Dios a los hombres.

El amor de Jesucristo a su Iglesia.

Por tanto, el amor conyugal es siempre semejante al amor de Dios: libre, fiel, total, permanente y fecundo. Una pareja creyente ha de tener esto como punto de referencia constante.

Un amor que es siempre una meta a alcanzar, que hay que aprender en continuo proceso de perfección y superación. Hay que aprender en continuo proceso de perfección y superación. Hay que ir realizando el sacramento día a día. No es algo que se agote el día de la boda: es exigencia de entrega renovada cada día.

- CARACTERÍSTICAS DEL MATRIMONIO CRISTIANO

Así entendemos los cristianos el matrimonio. Y de eso se desprenden una serie de características que configuran este sacramento:

LA UNIDAD: La unión que se da en la pareja es tan íntima y estrecha, que comprenden perfectamente aquellas palabras de Jesús: "ya no son dos, sino una sola carne". Son dos "tú", que sin perder su libertad y características propias, forman un "yo".

LA TOTALIDAD: Se ama sin reservas, con todo el corazón, y a toda la persona. Con sus virtudes y defectos, con sus cosas positivas y otras que no lo son tanto. Con un amor "que no busca su interés, no se irrita y no apunta las ofensas", como dice S. Pablo en la primera carta a los Corintios (I Cor. 13)

LA INDISOLUBILIDAD: Se vive una relación que es fiel y para siempre: "en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y la enfermedad, todos los días de la vida".

Ahora, tal vez, se comprenda mejor por qué la Iglesia no acepta el DIVORCIO: por su forma de entender desde la fe el matrimonio, y lo que es una verdadera relación de pareja. El mismo Jesús habla de esto en el Evangelio: "lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre" (Mt. 19,6).

Todos sabemos que esto es difícil, pero la misión de la Iglesia consiste en señalar el ideal hacia el que tender y por el que tenemos que luchar. Por otra parte, hemos de reconocer que toda pareja eso es lo que desea y lo que anhela en el fondo de su corazón. Después, es verdad, vienen las dificultades de la vida, pero no por eso hemos de rendirnos fácilmente y pensar que se trata de un imposible. Por encima de todas las dificultades la gracia del sacramento nunca va a fallar. La presencia de Dios en el amor de los esposos, que ha hecho nacer su amor, lo fundamente, lo hace crecer y lo lleva a plenitud. En esta presencia de Dios es donde radica la esencia profunda del sacramento del matrimonio, y donde se fundamenta su indisolubilidad, su carácter de ser para siempre.

Además habrá que contar, claro está, con la cooperación y esfuerzo de la pareja, que pone todo su empeño en solucionar los problemas que se presenten, con la ayuda de quien sea necesario: familia, amigos o profesionales de los distintos campos.

Digamos por último, esbozando una sonrisa, que el matrimonio es cosa de tres: tú, tu pareja y Dios.

DOMUND 2010

Queremos ver a Jesús


Es el tema del DOMUND de este año 2010. Estas palabras del Evangelista San Juan las cita el Papa Benedicto XVI como respuesta al mandato misionero: "Id". Este "querer ver a Jesus" de personas que oyeron hablar de El, tiene una respuesta de Jesús a los Apóstoles; palabras que nunca debemos olvidar: "Si el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda infecundo"(Jn.12,21-24).

Pasión-misión-predicación son palabras que llegan a todos los creyentes. Tienen que ver con todos. De manera especial tienen que ver con los hijos de Domingo.
Recordar, pues, la " misión", llevar la palabra 500 años después de ese dardo, esa pregunta tremenda de nuestros hermanos misioneros de entonces: "¿Acaso no son hombres, no son personas como nosotros?".

En esas estamos, amigos, hermanos. Nos parece que el Domund es una llamada a ir a Oriente y a Occidente; al Norte y al Sur. Europa necesita ser evangelizada. La Iglesia tiene conciencia de esta apremiante necesidad: catequizar Europa. Ya hace años que se ha hablado, con fundamento, de "país de misión". Llevar la Palabra desde la abundancia de la contemplación es prioridad en todo creyente.

En la selva, donde estamos, la mies es mucha. Lo contrario de lo que pasa en Europa: nos buscan, nos quieren, tenemos el camino preparado por muchos hermanos nuestros que han dejado su vida acá. También es cierto que a la selva está llegando toda la inmoralidad del mundo desarrollado. "El matrimonio normal es el separado", se lee en un panfleto que corre por el selva. Evangelizar hoy es, pues, remar contra corriente: allá y acá. "Remar mar adentro" , es una misión urgente, seria y llena de dificultades.

En este DOMUND 2010 no podemos olvidar las muertes por Jesus, por evangelizar de muchos fieles y misioneros en paises orientales; también - demasiados casos en Latinoamerica -. Cada dia las agencias de información nos hablan de Iglesias quemadas, de muertes violentas de sacerdotes-religiosos, fieles.

Vivir en la Misión hoy es vivir en la candela, vivir en el filo de la navaja. "Como a Mi me han perseguido, también les perseguirán a ustedes". Pero, "Confiad, estoy con ustedes hasta el fin del mundo".

"Querer ver a Jesus" hoy es una invitación a ser semilla que muere.
Las Lecturas de hoy continúan la línea de los anteriores domingos: nos hablan de la oración. Esta vez, de una oración humilde. Y al decir humilde, decimos “veraz”; es decir, en verdad... pues -como decía Santa Teresa de Jesús- “la humildad no es más que andar en verdad”.


¿Y cuál es nuestra verdad? Que no somos nada... Aunque creamos lo contrario, realmente no somos nada ante Dios. Pensemos solamente de quién dependemos para estar vivos o estar muertos. ¿En manos de Quién están los latidos de nuestro corazón? ¿En manos nuestras o en manos de Dios?

Hay que reflexionar en estas cosas para poder darnos cuenta de nuestra realidad, para poder “andar en verdad”. Porque a veces nos pasa como al Fariseo del Evangelio (Lc. 18, 9-14), que no se daba cuenta cómo era realmente y se atrevía a presentarse ante Dios como perfecto.

El mensaje del Evangelio es más amplio de lo que parece a simple vista. No se limita a indicarnos que debemos presentarnos ante Dios como somos; es decir, pecadores ... pues todos somos pecadores ... todos sin excepción.

La exigencia de humildad en la oración no sólo se refiere a reconocernos pecadores ante Dios, sino también a reconocer nuestra realidad ante Dios.

sábado, 16 de octubre de 2010

DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO C PAUTAS HOMILIA

QUE ES LA ORACION ?


La oración es un impulso de nuestra alma, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto en los problemas externos que nos envuelven en la sociedad como desde dentro de la alegría. "La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes"(San Juan Damasceno, f. o. 3, 24).

Las Lecturas de hoy nos hablan de la perseverancia en la oración. Vemos a Moisés en la Primera Lectura (Ex. 17, 8-13) con las manos en alto en señal de súplica al Señor. Mientras Moisés oraba el ejército de Israel vencía; si las bajaba, sucedía lo contrario. Llegó un momento que ya Moisés no pudo sostener sus brazos y tuvo que ser ayudado.

El Evangelio (Lc. 18, 1-8) nos habla de una parábola del Señor, en la cual nos presenta un Juez injusto que no quiere saber nada de una pobre viuda que lo busca para que le haga justicia contra su adversario. Y el inhumano Juez termina por acceder a las insistentes y perseverantes peticiones de la pobre mujer.

Jesús usa este ejemplo para darnos a entender que Dios, que no es como el Juez inhumano e injusto, sino que es infinitamente Bueno y Justo, escuchará nuestras oraciones constantes, insistentes y perseverantes.

Sin embargo, recordemos que debemos saber qué pedir y cómo pedir a Dios. Hace poco las Lecturas nos hablaban de que si pedíamos Dios nos daba:“Pidan y se les dará”. Pero debemos recordar lo que decía ese texto al final:“Dios dará cosas buenas a los que se las pidan” (Mt. 7, 11).

¿Qué significa esto de “cosas buenas”? Significa que debemos saber pedir lo que Dios nos quiere dar. Y estar confiados en que es Dios Quien sabe qué nos conviene. Esas “cosas buenas” son las cosas que nos convienen.

¿Por qué parece que Dios a veces no responde nuestras oraciones? Porque la mayoría de las veces pedimos lo que no nos conviene.

La Segunda Lectura (2 Tim. 3,14 - 4,2) nos pide también firmeza en la Fe (“permanece firme en lo que has aprendido”), seguridad en la Sabiduría que encontramos viviendo la Palabra de Dios.Y además nos habla de la necesidad de la Fe para la salvación (“la Sagrada Escritura, la cual puede darte la Sabiduría que, por la Fe en Cristo Jesús conduce a la salvación”).

Pero, adicionalmente, nos habla de la obligación que tenemos de comunicar esa Fe contenida en la Palabra de Dios.Y esa obligación deriva de la necesidad que hay de anunciarla en atención -precisamente- a la Segunda Venida de Cristo:“En presencia de Dios y de Cristo Jesús, te pido encarecidamente que, por su advenimiento y por su Reino, anuncies la Palabra”.

En resumidas cuentas, las lecturas de hoy nos invitan a orar, a orar con perseverancia para pedir para nosotros y para todos la Fe que Jesucristo quiere encontrar cuando vuelva.

lunes, 11 de octubre de 2010

Gabriel García Márquez

Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera
Posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen.
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo,
me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto,
no solamente mi cuerpo, sino mi alma
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas, pero le dejaría que él sólo aprendiese a volar.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres…., He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.

He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrá de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.

Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón.

Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.
Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, te diría “Te Quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da siempre otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré.
El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo.
Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles, “lo siento”, “perdóname”, “por favor” , “gracias” y todas las palabras de amor que conoces.

Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos.

Finalmente, demuestra a tus amigos y seres queridos cuanto te importan.

sábado, 9 de octubre de 2010

FIESTAS DEL PILAR 2010



DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO
EL EXTRANJERO
La trama del Evangelio de este domingo
no está en una simple distinción
edificante entre gente agradecida y
gente que no lo es. No es la cortesía o
de la buena educación lo que se dilucida
aquí, sino la fe de aquellos hombres,
su relación con ese Dios en quien
creían. El protagonista será alguien doblemente
marginado social mente: por
leproso y por extranjero.
El pecado que se reprueba en este
Evangelio, es precisamente el de no tener
fe creyendo que se tiene. Aquellos
leprosos que no volvieron a dar gracias
a quien les había curado, no eran extranjeros
sino judíos, consideraban que
tenían “derecho” a la curación, que era
lo menos que podía hacer por ellos
“su” Dios. De manera que aquella curación
fue recibida como quien recibe
su correspondiente pago por los servicios
prestados: Dios pagaba con moneda
de curación. Y por eso, una vez
ajustadas las cuentas, ¡Dios y ellos...
estaban en paz, no se debían nada!
Sin embargo había otro leproso,
que por no tener no tenía ni el pasaporte
judío. Este leproso era extranjero,
sin derechos oficiales ante Dios. Lo
cual significaba que si sucedía lo que
de hecho sucedió, no era más que por
un puro regalo indebido, por una gracia
inmerecida, por un don inesperado.
Efectivamente, no basta con pertenecer
oficialmente a una comunidad
de sal vación, como era la judía, y
como es nuestra Iglesia. No tenemos
un derecho sobre Dios hasta el punto
de poder cobrar nuestro servicio y
nuestra virtud con una mo neda de las
que no se devalúan (luz, paz, salud...).
Si Dios nos concede cualquier gracia,
es por pura gracia, sin que ello deba
generar en nuestra vida cristiana acti -
tudes como las que Jesús denuncia veladamente
en aquellos leprosos
desagradeci dos: la arrogancia, la vanagloria,
la inercia y la rutina.
Aquel samaritano, reconoció a Jesús,
le pidió una gracia, la acogió y
después la agradeció. Fue un hombre
que se adhirió al Señor con su vida tal
cual: enferma y extranjera. Y en su realidad
concreta fue alcanzado por la
gracia. ¿Tendremos noso tros, desde
nuestra extranjería y desde nuestra enfermedad,
el valor para gritar también:
Jesús, maestro, ten compasión de nosotros?
Pidamos al Señor la gracia de
pertenecerle cada vez más, poniendo
fin a todas nuestras lejanías; pidámosle
que vende nuestras heridas, terminando
todas nuestras enfermedades
que nos enfrentan a otros por fuera y
nos dividen a nosotros mismos por
dentro.
† Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca

domingo, 3 de octubre de 2010

MARIA TUVO FE

Fe de María



Así como la santísima Virgen es madre del amor y de la esperanza, así también es madre de la fe. "Yo soy la madre del amor hermoso y del temor, del conocimiento y de la santa esperanza" (Ecclo 24,17). Y con razón, dice san Ireneo, porque el daño que hizo Eva con su incredulidad, María lo reparó con su fe. Eva, afirma Tertuliano, por creer a la serpiente contra lo que Dios le había dicho, trajo la muerte; pero nuestra reina, creyendo a la palabra del ángel al anunciarle que ella, permaneciendo virgen, se convertiría en madre del Señor, trajo al mundo la salvación. Mientras que María, dice san Agustín, dando su consentimiento a la encarnación del Verbo, por medio de su fe abrió a los hombres el paraíso. Ricardo, acerca de las palabras de san Pablo: "El varón infiel es santificado por la mujer fiel" (1Co 7,14), escribe: Esta es la mujer fiel por cuya fe se ha salvado Adán, el varón infiel, y toda su posteridad. Por esta fe, dijo Isabel a la Virgen: "Bienaventurada tú porque has creído, pues se cumplirán todas las cosas que te ha dicho el Señor" (Lc 1,45). Y añade san Agustín: Más bienaventurada es María recibiendo por la fe a Cristo, que concibiendo la carne de Cristo.

Dice el P. Suárez que la Virgen tuvo más fe que todos los hombres y todos los ángeles juntos. Veía a su hijo en el establo de Belén y lo creía creador del mundo. Lo veía huyendo de Herodes y no dejaba de creer que era el rey de reyes; lo vio nacer y lo creyó eterno; lo vio pobre, necesitado de alimentos, y lo creyó señor del universo. Puesto sobre el heno, lo creyó omnipotente. Observó que no hablaba y creyó que era la sabiduría infinita; lo sentía llorar y creía que era el gozo del paraíso. Lo vio finalmente morir en la cruz, vilipendiado, y aunque vacilara la fe de los demás, María estuvo siempre firme en creer que era Dios. "Estaba junto a la cruz de Jesús su madre" (Jn 19,25). San Antonino comenta estas palabras: Estaba María sustentada por la fe, que conservó inquebrantable sobre la divinidad de Cristo; que por eso, dice el santo, en el oficio de las tinieblas se deja una sola vela encendida. San León a este propósito aplica a la Virgen aquella sentencia: "No se apaga por la noche su lámpara" (Pr 31,18). Y acerca de las palabras de Isaías: "Yo solo pisé el lagar. De mi pueblo ninguno hubo conmigo" (Is 63,3), escribe santo Tomás: Dice "ninguno" para excluir a la Virgen, en la que nunca desfalleció la fe. En ese trance, dice san Alberto Magno, María ejercitó una fe del todo excelente: Tuvo la fe en grado elevadísimo, sin fisura alguna, aun cuando dudaban los discípulos.

Por eso María mereció por su gran fe ser hecha la iluminadora de todos los fieles, como la llama san Metodio. Y san Cirilo Alejandrino la aclama la reina de la verdadera fe: "Cetro de la fe auténtica". La misma santa Iglesia, por el mérito de su fe atribuye a la Virgen el poder ser la destructora de todas las herejías: Alégrate, virgen María, porque tú sola destruiste todas las herejías en el universo mundo. Santo Tomás de Villanueva, explicando las palabras del Espíritu Santo: "Me robaste el corazón, hermana mía, novia; me robaste el corazón con una mirada tuya" (Ct 4,9), dice que estos ojos fueron la fe de María por la que ella tanto agradó a Dios.

San Ildefonso nos exhorta: lmitad la señal de la fe de María. Pero ¿cómo hemos de imitar esta fe de María? La fe es a la vez don y virtud. Es don de Dios en cuanto es una luz que Dios infunde en el alma, y es virtud en cuanto al ejercicio que de ella hace el alma. Por lo que la fe no sólo ha de servir como norma de lo que hay que creer, sino también como norma de lo que hay que hacer. Por eso dice san Gregorio: Verdaderamente cree quien ejercita con las obras lo que cree. Y san Agustín afirma: Dices creo. Haz lo que dices, y eso es la fe. Esto es, tener una fe viva, vivir como se cree. "Mi justo vive de la fe" (Hb 10,38). Así vivió la santísima Virgen a diferencia de los que no viven conforme a lo que creen, cuya fe está muerta como dice Santiago: "La fe sin obras está muerta" (St 2,26).

Diógenes andaba buscando por la tierra un hombre. Dios, entre tantos fieles como hay, parece como si fuera buscando un cristiano. Son pocos los que tienen obras de cristianos, porque muchos sólo conservan de cristianos el nombre. A éstos debiera decirse lo que Alejandro a un soldado cobarde que también se llamaba Alejandro: O cambias de nombre o cambias de conducta. Más aún: a estos infieles se les debiera encerrar como a locos en un manicomio, según dice san Juan de Avila, pues creyendo que hay preparada una eternidad feliz para los que viven santamente y una eternidad desgraciada para los que viven mal, viven como si nada de eso creyeran. Por eso san Agustín nos exhorta a que lo veamos todo con ojos cristianos, es decir, con los ojos de la fe. Tened ojos cristianos. Porque, decía santa Teresa, de la falta de fe nacen todos los pecados. Por eso, roguemos a la santísima Virgen que por el mérito de su fe nos otorgue una fe viva. Señora, auméntanos la fe.

Hoy el mundo  precisa  tener  fe, necesita  confiar para  luego  aceptar  su  situacion  que Dios  y la Madre de Jesus nos  premie con  tu  amor  abundante.

sábado, 2 de octubre de 2010

DOMINGO XXVII TIEMPO ORDINARIO

Cualidades de la fe. En los textos litúrgicos es posible descubrir algunas de las cualidades que ha de poseer la fe vivida en situación.


Reavivar el don de la fe que hemos recibido. El tema de las lecturas de este domingo es la fe, presente en las tres lecturas. Al final de la primera dice: "El justo vive de la fe". El Salmo 94 nos invita a no endurecer nuestro corazón para abrirnos a Dios, y San Pablo invita a Timoteo a reavivar el don de la fe que ha recibido de Dios. Según la primera lectura, lo que da vida al justo judío es la fe. Una fe que, para los cristianos, consiste en la adhesión a Jesús y se expresa no sólo en la práctica de la justicia, sino en la del amor sin límite a los demás, como Jesús. El profeta Habacuc muestra a un justo que no entiende el silencio de Dios ante la injusticia y la violencia humana que padece por parte de los pecadores. Le recomienda que sepa esperar y anhelar ese día en que se manifieste la justicia de Dios sobre este orden injusto. Ese día se ha manifestado ya en Jesús que ha tenido que cargar en la cruz con la injusticia humana muriendo víctima de ella, pero expresando al mismo tiempo que sólo el amor pondrá remedio a los males del mundo. Como recomienda Pablo a Timoteo en la segunda lectura es necesario reavivar ese don de Dios recibido para dar testimonio de Jesús en el mundo, con espíritu de energía, amor y buen juicio, que en esto consiste “vivir con fe”. Este es el precioso depósito que el cristiano debe guardar celosamente con la ayuda del Espíritu de Dios que habita en nosotros.

1) Una fe basada en una profunda humildad. Después de que Jesucristo en el Evangelio ha resaltado la potencia de la fe, pone de manifiesto que esa eficacia proviene de la convicción creyente de la propia pequeñez: "No somos más que unos pobres siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer". ¿Qué es lo que tenemos que hacer? Servir a Dios y hacer su voluntad.

2) Una fe esperanzada.

Las tribulaciones, los sufrimientos, las desgracias no podrán disminuir en lo más mínimo nuestra espera y nuestra esperanza en la intervención de Dios. No hay que dudar, porque la acción de Dios llegará. ¿Cuándo? ¿Cómo? Hemos de dejar que Dios responda con plena libertad, con la seguridad de que todo lo hace con justicia y para bien de los que ama.

3) Una fe testimoniada.

La fe es un don que Dios nos da, y es una tarea que Dios nos encomienda. Como tarea la hemos de realizar día tras día, en las circunstancias concretas, que a veces pueden ser arduas y difíciles. Una fe humilde, esperanzada y martirial, la necesitamos también los cristianos de hoy, en un ambiente muchas veces carente de fe, incluso hostil a ella.

HOY SANTOS ANGELES CUSTODIOS

Muchos tienen la costumbre de hablar con su ángel de la guarda. Le piden ayuda para resolver un problema familiar, para encontrar un estacionamiento, para no ser engañados en las compras, para dar un consejo acertado a un amigo, para consolar a los abuelos, a los padres o a los hijos.

Es verdad que  de  grandes  enseñamos a dirigirse a nuestro  angel de la  guarda  a los  niños pero  tambien debemos estar conscientes que nostros debemos  renovarnos dia  tras  dia.
Es verdad: Dios es el centro de nuestro amor, y a veces no tenemos mucho tiempo para pensar en los espíritus angélicos. Podemos, sin embargo, ver a nuestro ángel de la guarda no como una “devoción privada” ni como un residuo de la niñez, sino como un regalo del mismo Dios, que ha querido hacernos partícipes, ya en la tierra, de la compañía de una creatura celeste que contempla ese rostro del Padre que tanto anhelamos.


Necesitamos renovar nuestro trato afectuoso y sencillo, como el de los niños que poseen el Reino de los cielos (cf. Mt 19,14), con el propio ángel de la guarda. Para darle las gracias por su ayuda constante, por su protección, por su cariño. Para sentirnos, a través de él, más cerca de Dios. Para recordar que cada uno de nosotros tiene un alma preciosa, magnífica, infinitamente amada, invitada a llegar un día al cielo, al lugar donde el Amor y la Armonía lo son todo para todos. Para pedirle ayuda en un momento de prueba o ante las mil aventuras de la vida.

Necesitamos repetir, o aprender de cero, esa oración que la Iglesia, desde hace siglos, nos ha enseñado para dirigirnos a nuestro ángel de la guarda:


Ángel del Señor, que eres mi custodio,

puesto que la Providencia soberana me encomendó a ti,

ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname en este día.

Amén.