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viernes, 19 de noviembre de 2010

¿Estamos educando en la esperanza?

En la tarde de ese primer día de la semana, el cual nos narraba el Evangelio recién, había mucha desorientación: la mayoría estaba triste, encerrados por miedo al ataque de los mismos que habían matado a Jesús, por miedo que les pasara a ellos lo que les había pasado al Señor. Tenían miedo, dice el Evangelio. Tenían las puertas cerradas y entre ellos conversaban: “Que pena que se murió”… “No, fijate que unas mujeres fueron a la mañana y lo vieron”… o “vieron unos ángeles”… Y el comentario era confuso: “están mal de la cabeza”, “vieron visiones”, “no es verdad” y así se iban enredando ellos en ese microclima de miedo, susto, frustración y desesperanza.

Los apóstoles, esa tarde, constituyeron la primera comunidad de cristianos sin esperanza hasta que aparece el Señor y con su presencia disipa todo ese mundillo de dudas, miedos y chimentos, y pone las cosas en su sitio. Esto a mi me plantea una pregunta que se me ocurrió esta mañana al hablar con ustedes: Estamos educando en la esperanza? Estamos educando para la esperanza? O repetimos el microclima de esa mañana, de esa tarde dentro de la casa donde estaban los discípulos? Sabemos educar en esperanza? Y me pregunto también, en vísperas de estos 6 años que vamos a celebrar el Bicentenario de nuestra independencia: Sabemos que significa para la Patria que sus chicos, sus jovenes, sus universitarios, sean educados en esperanza?

Muchas veces la coyuntura nos tapa, los problemas del momento nos desbordan como a estos apóstoles a quienes la muerte de Cristo los superó, los desbordó y nos quitan horizontes. Y educar para la esperanza es lograr que un chico, un joven tenga horizontes! Abrir horizontes, hacia delante y hacia atrás. Educar para la esperanza en la Patria es hacer consciente que ese chico tiene un horizonte hacia el pasado que es lo que recibió como patrimonio de los que nos precedieron, de los que hicieron la Patria; y enseñarle a ese chico, a esos jóvenes que la Patria no empezó hoy porque tenemos una herencia que recibir, que custodiar pero también una herencia que trabajar en el presente para proyectarla en las utopías del futuro. Lo que hemos recibido de nuestros padres, si hay educacion para la esperanza, lo tenemos que transmitir, enriquecido, a nuestros hijos. Ese es el desafío que hoy nos planteamos en la Misa de la Educación: el chico sabe reconocer el patrimonio que recibió? Sabe que hubo 200 años de hombres y mujeres que mal o bien amasaron la Patria y nos dieron algo? O ese chico se ha “aguachado” por las coyunturas del momento y no sabe reconocer en ese horizonte lo que ha recibido, viviendo como si no hubiera recibido nada? Pero por otro lado, eso que recibió no es para que lo guarde enlatado, en conserva, ¡sino para que lo trabaje hoy! Ese chico, esos jóvenes, saben trabajar hoy lo que han recibido? Saben asumir ese patrimonio? Son patriotas? Les enseñamos a asumir el patrimonio? A proyectarlo hacia delante? Esos chicos tienen utopías? Tienen sueños,?

Educar en esperanza son esas tres cosas: Memoria del patrimonio recibido y asumido; Trabajo de ese patrimonio para que no sea el talento encerrado; y Proyección a través de las utopías y los sueños hacia el futuro. Creo que se nos impone un examen de conciencia sobre esto… Trabajamos en esperanza? Algunos dicen que la educación es la parienta pobre de nuestra estructura social… Bueno, eso depende como se lo mire. Cuando uno mira el desgaste de los docentes en un pacto educativo roto sin el apoyo de los padres, con sueldos mal pagos que los obligan a tener dos trabajos, con aulas más llenas de lo que sería necesario, entonces uno se da cuenta de que realmente allí hay algo que solucionar, hay una pobreza. Tenemos que reconocer ese trabajo cotidiano de estos hombres y mujeres que se desgastan en el aula en situaciones a veces insuficientes y precarias. La Vicaría de Educación los va a distinguir hoy con una medalla. Sepan ver en esa medalla el reconocimiento a ese trabajo callado, desgastante, que muchas veces les hace pedir licencia por estar pasados de stress. Todos les decimos: Gracias por lo que hacen.

Miramos a los chicos. Y el examen de conciencia nos tiene que llevar a la pregunta: estos chicos, que están llamados a ser educados en la esperanza, saben recibir, los preparamos para recibir la semilla de la esperanza? O les damos 3 ó 4 cosas que terminan fracasando en la esquina con el que viene a venderles “merca”? Nuestros chicos salen de la escuela y en la esquina la pueden comprar… Esa responsabilidad recae sobre nuestra conciencia. Los preparamos para grandes horizontes o para el horizonte de la esquina en donde por unos pesos pueden comprarse la pasta base o lo que sea. Esto sucede en esta Ciudad y no solo en los barrios periféricos sino en el centro de la Ciudad.

A los chicos les queremos pedir perdón porque no siempre los tomamos en serio. Porque no siempre ponemos los medios para que su horizonte no termine en la esquina, porque muchas veces no acertamos a entusiasmarlos con horizontes más grandes que le hagan valorar lo que recibieron y tienen que transmitir ¡porque muchas veces no supimos hacerlos soñar! Me gusta mucho una expresión de un autor americano que dice que Dios nos dio dos ojos, uno de carne y otro de vidrio. Con el ojo de carne vemos lo que miramos; con el ojo de vidrio vemos lo que soñamos. Le enseñamos a nuestros chicos a ver la vida con estos dos ojos? Nuestros chicos salen con la capacidad de soñar o salen apurados para poder llegar a la esquina y poder tener el papelito? Así que a los chicos les pedimos perdón por nuestra incapacidad de hacerlos soñar, de ponerles horizontes grandes.

Y después estamos nosotros los dirigentes. Los responsables. A nosotros se nos pide esencialmente que seamos patriotas en sentido superlativo. A nosotros los dirigentes se nos pide que recibamos con veneración la herencia de nuestros padres, la trabajemos en el presente y la proyectemos hacia el futuro. A nosotros los dirigentes se nos pide testimonio. Nunca podremos enseñarle a un chico el horizonte de grandeza de la Patria, el que recibieron y el que tienen que proyectar, si usamos nuestra dirigencia como escalón de nuestras ambiciones personales, para nuestro trepar cotidiano, para nuestros mezquinos intereses, para abultar la caja o para promover los amigos que nos sostienen. Se nos pide otro tipo de testimonio. Y cuando nuestros chicos nos ven a nosotros dirigentes que les damos este testimonio de bajeza, no se animan a soñar… no se animan a crecer...

Hoy la Patria nos pide a los dirigentes mucho trabajo. Trabajar en lo que hemos recibido! para hacerla crecer y proyectarla hacia el futuro. Si no damos testimonio de esta capacidad de horizonte y de trabajo, nuestra vida terminará en un rincón de la existencia llorando la milonga de nuestro fracaso como educadores, como hombres y como mujeres.

Le pido al Señor hoy que haga lo mismo que hizo esa tarde con ese conventillo que se había armado en la casa de los discípulos, con esas internas mezquinas de miedo, desorientación y nos sopapee con la luz de la grandeza. La grandeza que nos dio El y la grandeza de la Patria!. La grandeza de una Patria que hemos recibido hecha con trabajo, lucha, sangre, equivocaciones y mil cosas! Pero la recibimos! Y que no tenemos derecho a cambiarle la identidad y la orientación! La grandeza del envío a trabajar para que esa Patria crezca y la grandeza de proyectarla hacia el futuro en una utopía que sea continuidad con lo que nos fue dado. Que el Señor nos sopapee de esta manera y nos dé esta gracia.



Que así sea.

Buenos Aires, miércoles 14 de abril de 2010.
Cardenal Jorge Mario Bergoglio

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