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viernes, 5 de febrero de 2010

OS SALUDO PARROQUIANOS HOY SANTA AGUEDA

MIS  AMIG@S

Hoy  en  el  dia  de  Santa Agueda  os  saludo  a  todos  hermanos  parroquianos que la Paz  y  el Amor  de Dios Padre habite  en cada  uno de vuestros  hogares.
Estamos  en camino,  Dios  nos da la oportunidad de seguir  caminando, de  seguir  siendo  la  semilla para  dar plantar  en medio de cada  corazon y  de c ada  vida; pero para  ello es  necesario tomarse un  tiempo  para  cargar  fuerzas,  para  vivir un momento  de  intimidad  con nuestro  creador. Creo que en esto  es muy importante  el Amor que Dios  nos va  mostrando  su caminar.
Como  siempre  somos, como el primer  pueblo de Dios Israel,  un Pueblo Peregrino,  que  dia  tras  dia  mostramos nuestra  fidelidad para con  Dios,  con  gestos  pequeños que  dia  tras  dia  transmitimos  en  nuestros  hogares.
No os  canseis  de ser  testigos del  Amor Vedadero que  es lo que mantiene a la Iglesia y al cristiano en el buen camino . Y esto es necesario, porque el amor es la más alta expresión de la personalidad y la libertad

Hoy Santa Agueda  nos  muestra  esa  libertad  interior para  mostrarnos del, querer  ser  testigos  del  amor  de Dio: Agueda frente a su busqueda de  amor incesante al ser cuestionada:

 Aqueda curada, da gracias a Dios, pero le pide a su vez que le conceda por último la corona del martirio.

el procónsul manda llamar a Agueda a quien increpa ásperamente: "Pero tú, ¿de qué casta eres?" "Aunque soy de familia noble y rica-le contesta-, mi alegría es ser sierva y esclava de Jesucristo".

Quinciano se enfurece. Le hace ver los castigos a que la va a condenar si sigue en su decisión, como a un vulgar asesino; la vergüenza que con ello vendría a su familia, la juventud, la hermosura que va a desperdiciar...
"¿No comprendes, le insinúa, cuán ventajoso sería para ti el librarte de los suplicios?"
"Tú sí que tienes que mudar de vida, le responde, si quieres librarte de los tormentos eternos."
Desarmado ante tal fortaleza, Quinciano manda la sometan al rudo tormento de los azotes, y ya despechado, sin tener en cuenta los sentimientos más elementales de humanidad, hace que allí mismo vayan quemando los pechos inmaculados de la virgen, y se los corten después de su misma raíz. Deshecha en su cuerpo y en los espasmos de un fiero dolor, es arrojada la Santa en el calabozo, donde a media noche se le aparece un anciano venerable, que le dice dulcemente: "El mismo Jesucristo me ha enviado para que te sane en su nombre. Yo soy Pedro, el apóstol del Señor".  (Santoral mercaba)


Pronto el gobernador la vuelve a llamar a su tribunal.
-¿Quién se ha atrevido a curarte?
-Jesucristo, Hijo de Dios vivo.
-¿Aún pronuncias el nombre de tu Cristo?...
-No puedo -le responde decidida- callar el nombre de Aquel que estoy invocando dentro de mi corazón.

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