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miércoles, 4 de febrero de 2009

MAÑANA ES SANTA AGUEDA




REFLEXIONES
AL EVANGELIO DE CADA DÍA

Evangelio y Reflexión del MIÉRCOLES 4 DE FEBRERO
SANTA ÁGUEDA (Memoria Obligatoria)

“Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor;
Yo las conozco y ellas me siguen”
Evangelio según San Marcos, capítulo 6, versículos 1 al 6 (Mc. 6,1-6)


+ Lectura del Santo Evangelio según San Marcos
En aquel tiempo, fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: «¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí entre nosotros sus hermanas?» Y estaban desconcertados.
Pero Jesús les dijo: «Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa». Y no pudo hacer allí ningún milagro; sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.
Palabra del señor.


Reflexión

Gran extrañeza suscita la enseñanza de Jesús no para quienes lo escuchan, sino para los más cercanos, sus familiares, sus paisanos. Y es que para ellos y los pueblos vecinos Jesús no es más que el hijo de José y María, y estos no tenían ninguna relevancia entre ellos. La respuesta de Jesús va encaminada a subrayar esta incredulidad y la dificultad de creer para quien está cerca del profeta. Esto me lleva a reflexionar por dos caminos. El primero es si quienes toda la vida hemos tenido muy cerca a Jesús, quienes toda la vida hemos escuchado su Evangelio y estamos realmente cerca, sobre todo sacristanes, sacerdotes, catequistas, etc., toda persona que está cerca de la Palabra, a veces se llega a acostumbrar y no tiene la capacidad de asombro cuando nuevamente escuchamos la Palabra del Señor y quedamos como impermeabilizados o vacunados frente a la Palabra y frente a todo predicador. ¿No es verdad que a veces estamos más para criticar a quien predica que para dejarnos tocar por la palabra? Y el segundo punto de reflexión es el desprecio que a veces se tiene por las personas cercanas y humildes: el catequista que conocemos, el ministro de la comunión, el predicador ya cercano… ¡Cuántas veces se niegan algunos a recibir la comunión de un ministro porque lo conocen de toda la vida! Hoy examinemos nuestra actitud frente a la Palabra y frente a aquellas personas cercanas a nosotros que la predican u ofrecen un servicio.

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