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martes, 24 de febrero de 2009

CUARESMA Y LA IMPOSICION DE LA CENIZA


LA CUARESMA Y LA IMPOSICIÓN DE LA CENIZA

El número de cuarenta días es, desde la mentalidad antigua, el tiempo mínimo necesario para cambiar un hábito o para que se manifiesten los cambios o enfermedades en la salud de una persona. En la Biblia es un tiempo de preparación para celebrar un acontecimiento histórico de salvación y presencia de Dios, que santifica la vida humana. Así en el Antiguo Testamento dice el libro del Éxodo 24, 18, que "Moisés subió al monte y estuvo allí cuarenta días con sus noches". En el Nuevo Testamento dice Mateo 4, 2, que "Jesús ayunó cuarenta días y cuarenta noches, y al final sintió hambre." cuando estaba preparándose para su vida pública. En la era cristiana la noticia más antigua de la Cuaresma se la debemos a San Ireneo, Obispo de Lyón, ciudad de la región de las Galias, hoy Francia. Nos dice él, que algunos cristianos hacían penitencia durante 40 días para mostrar el deseo de conversión. Esta práctica se extendió pronto a toda la Iglesia. Primero para aquellos que hacían penitencia por el reconocimiento público de sus pecados, luego para toda la comunidad cristiana que se preparaba para la Pascua.
Hoy la Cuaresma es la preparación para actualizar en la vida humana la Pascua redentora de Cristo, enviado por el Padre para redimirnos del pecado y de la muerte con su sangre derramada en la cruz, por quien nos dio la filiación adoptiva, elevándonos a la dignidad de hijos y herederos de las promesas de vida nueva, manifestadas en Cristo resucitado. Dios mismo nos ha dado esta vida en el bautismo por el Espíritu Santo que ha derramado sobre nosotros haciéndonos morada de Su presencia. Porque en la Pascua celebramos ese paso que Cristo dio por todos de las tinieblas del odio, del pecado y de la muerte a la luz admirable del amor, de la gracia y de la vida para siempre. La Cuaresma es un llamado para que durante cuarenta días hagamos un ejercicio intenso de crucificar la carne con sus pasiones y sus apetencias, muriendo al odio, a la vanidad de las cosas mundanas y a nosotros mismos, de manera que estemos mejor preparados para resucitar con Cristo a la vida del amor en la justicia y la verdad. La Cuaresma es un tiempo de gracia y conversión; su carácter es penitencial y bautismal.
La Iglesia cada año se prepara a la Pascua con la celebración de la Cuaresma. Su Santidad Juan Pablo II, en el Mensaje con motivo de la Cuaresma publicado el 9 de Enero de 2001, nos preguntaba: “¿Cómo acoger la llamada a la conversión que Jesús nos dirige también en esta Cuaresma? ¿Cómo llevar a cabo un serio cambio de vida? Es necesario, ante todo, abrir el corazón a los conmovedores mensajes de la liturgia”… La Cuaresma “representa un providencial don del Señor y una preciosa posibilidad de acercarse a Él, entrando en uno mismo y poniéndose a la escucha de sus sugerencias interiores”.
Según el Catecismo de la Iglesia… “la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores “el saco y la ceniza”, los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior… La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar la vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. (nn. 1431-1432).
La imposición de la ceniza es una expresión consciente de penitencia que exige el uso de razón, Esta expresión requiere el conocimiento básico de la Doctrina Católica y ordinariamente se alcanza alrededor de los seis años. Por esto, los menores no están obligados a la penitencia, ni a que se les imponga la ceniza. Por supuesto, tampoco lo están los no bautizados. La imposición se realiza sobre la cabeza.

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