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martes, 6 de septiembre de 2016

SIEMBRA CONSTANTE Y ESPERANZADA

SIEMBRA CONSTANTE Y ESPERANZADA

Puede ser que, en momentos cruciales de la vida, Dios nos pida decisiones un tanto heroicas. Pero lo normal es que nos pida la siembra constante de pequeños gestos: colaboración en una organización humanitaria, formar parte de un grupo de pastoral, integrar una pequeña comunidad que forme entramado eclesial con otras, un gesto de cordialidad hacia quien vive deprimido, una sonrisa acogedora a quien está solo, una señal de simpatía hacia quien se siente abandonado, un tiempo de compañía con quien se siente solo, una afectuosa llamada de teléfono, una postal cariñosa, un pequeño regalo, una alabanza oportuna, una palabra de estímulo... semillas del Reino que dan mucho fruto. ¿Quién no puede sembrar muchas de estas pequeñas semillas?
Dejémonos de sueños grandes e imposibles: "Si tuviera más tiempo, mayores recursos económicos, más autoridad, más preparación...". Sembremos las semillas que Dios ha puesto en nuestro zurrón; no soñemos con las de otros. Probablemente no estamos llamados a pronunciar grandes discursos ante todo un público, pero sí a sembrar la semilla del Evangelio en conversaciones con amigos, con familiares, con personas con las que nos encontramos en el vivir diario. 

Una palabra cordial, de aliento, de corrección, de consejo puede orientar o reorientar toda una vida. En conversaciones de compañeros de estudios convirtió Ignacio de Loyola a Francisco Javier. He aquí pequeñas acciones al alcance de todos, y ¡qué consecuencias tienen para la Causa de Cristo!
Cuando esa siembra es constante, refleja un talante, un estilo de vida que se convierte en un gran testimonio. Por tanto, sembrad, padre y madre; sembrad, catequista y profesor; siembra, cristiano, con constancia y con esperanza, aunque tal vez te dé la sensación de que estás predicando en el desierto. A veces, cuando menos se piensa, nace la semilla y llega a dar fruto. Incluso puede ocurrir que tú no llegues a ver el tallo germinado. La siembra de santa Mónica en el espíritu rebelde de su hijo Agustín tardó diez años en nacer...

Lección número uno: Que el mundo es imperfecto. Que la historia es el resultado de agentes positivos y de otros negativos. Que nadie es bueno del todo y de una vez, así sea creado por Dios. Porque frecuentemente usamos mal de nuestra libertad.

Lección número dos: La tolerancia. Jesús nos la presenta sobre una realidad agraria: Dos gramíneas que crecen en la era. A nadie podemos catalogar de inmediato como pecador o como justo. Hay que esperar hasta el final.


Lección número tres: Un día el Señor pondrá las cosas en su punto. Pero mientras tanto lo esencial no es satanizar la cizaña, sino hacer que grane nuestra espiga. Jesús enseña que hemos de cavar, regar y abonar, hasta convertir esta era del mundo en algo aproximado al Reino de los cielos. 

1 comentario:

  1. Que buenas obras podemos hacer con cosas tan sencillas cómo las que nos dices y que pueden llevar la felicidad tanto a los demás cómo a nosotros mismos.Saludos pater

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GRACIAS POR COMENTAR Y REZA POR MI