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lunes, 23 de noviembre de 2009

preparacion al adviento PRIMERO

Introducción al Adviento


Empezamos un nuevo año litúrgico. Este año litúrgico corresponde el Ciclo C. El inicio de un año litúrgico no empieza con celebraciones solemnes, como las que caracterizan el comienzo del año civil, el escolar o el judicial, sean éstas populares o académicas. Ni siquiera con grandes celebraciones litúrgicas. Se comienza el año anunciando esas celebraciones. Lo empezamos con un tiempo de preparación para una gran fiesta, la Navidad. Es el adviento. Tiempo que llamaríamos humilde, que no tiene valor en sí mismo, sino en función de la Navidad. Para celebrar de verdad la Navidad es necesario “estar en lo que se celebra” Eso exige una preparación. Exige un tiempo. Tiempo de reflexión sobre: quién es el que esperamos; quién realmente va a nacer; para qué nace y se hace presente entre nosotros.


Todos sabemos las connotaciones ajenas a la celebración litúrgica que tiene la Navidad. No se trata de condenarlas sin más; pero sí que no ocupen el protagonismo en nuestras preocupaciones cristianas. Vamos a dejar tiempo a la reflexión y a tratar de responder a las preguntas que la Navidad nos plantea. Adviento es el tiempo de ir al centro de lo que es la Navidad. Sabemos que las celebraciones navideñas no se pueden improvisar, es necesario tomarse tiempo para felicitar, comprar, buscar regalos, preparar, quizás, viajes... ¿No será necesario dedicar tiempo para la celebración real, la espiritual, la litúrgica? Es imprescindible vivir el adviento si queremos vivir en cristiano la Navidad.

Preparación que además de la reflexión sobre lo que se celebra tiene que ser tiempo de penitencia, es decir, de revisar nuestra vida y ver lo que haya que purificar para estar bien dispuestos para la fiesta. Tiempo de un cierto ascetismo. Frente al consumismo navideño proclamemos que sabemos vivir, y vivir felices con menos, que sabemos decir no a lo que no es imprescindible. Tiempo de pensar en quienes tienen serias dificultades para celebrar la Navidad, a causa de sus problemas sociales, familiares, de salud, o por su situación económica. ¿Qué hacer para que ellos celebren también la Navidad?

Tiempo, siempre de gozo, porque nada puede alegrarnos más que prepararnos con entusiasmo para acoger entre nosotros, al Salvador hecho niño. Dispongámonos, pues, a celebrar la realidad más gozosa de nuestra condición humana: Dios asume nuestra misma naturaleza, nuestra historia, vive entre nosotros, es uno de los “nuestros”, o mejor, nosotros somos de los de Él.

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