AUTOCRITICA - GUARDA MIS MANDAMIENTOS

Decía Jesús, en el Evangelio de este domingo, que el que guarda mis mandamientos, ése me ama. Y es que el amor no es un sentimiento, porque los sentimientos van y vienen, no se puede emplear esta palabra, para referirse a una gran emoción, a una sensación por muy fuerte que sea, un impulso o una pasión. Todas estas palabras refieren unos sentimientos que pueden ser conducidos por el amor o el egoísmo.

El amor es puro don, es vaciarse hasta el extremo, es salirse, la Creación es fruto del amor. El amor como donación, no puede ser objeto de mercadeo. Cuando, no es el amor lo que me lleva a actuar, el fruto no es del ciento por uno. Cuando el esfuerzo se mide por la recompensa, no podemos decir que es el amor quien nos impulsa, ¿Y cómo sabemos que actuamos con Amor o desde el Amor? Vuelvo al principio: “El que me ama guarda mis mandamientos”.

Y el fundamental y primero es amar a Dios. Amar a Dios es rechazar cualquier cosa que nos aparte de Él, y el egoísmo, la vanagloria, la soberbia, el querer que Dios haga lo que me apetece, va en contra de este mandamiento. No está bien que queramos adaptar el mensaje a nuestra civilización, si ésta está contra Dios. Dios merece todo el respeto, toda sumisión por parte del alma que ha sido salvada, y no por una varita mágica, sino por una muerte en cruz. ¡Tanto le hemos costado a Dios! No se puede, tratar las cosas de Dios como juguetes de playa. No se puede tirar las perlas a los cerdos. Hay que ser conscientes de una Verdad que vive más allá de la justicia y que la sustenta.

El camino es camino de cruz, la puerta es estrecha, la humildad está en contra de la cultura actual, pero no por eso debemos tomar atajos que se salten la cruz, porque esos no llevan a la resurrección. No vale proponer otros caminos distintos del Evangelio, el Evangelio no se escribe por mayorías, lo que está mal, lo está aunque todos digan que no. Al igual que por mucho que votemos, la gravedad siempre tirará hacia abajo, tampoco se podrá cambiar el pan y el vino, la indisolubilidad del matrimonio, ni se podrán aceptar otros tipos de matrimonios que no sean entre un hombre y una mujer, ni se podrá acercar uno a comulgar en pecado mortal. La misericordia de Dios, no se consigue con métodos de kale borroka aunque hoy parezca que este es el nuevo camino. La misericordia se pide y se suplica, no se impone o se arrebata.

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Debemos volver a subir el listón de nuestra exigencia, pues no podemos vivir como aquellos israelitas que tenían por padre a Abraham, pues ya les dijo Jesús que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham de las piedras (Mt 3,9). No seamos como el sirviente infiel a quien se le quitará lo que tiene y se le dará a otro. Guardemos con dignidad el tesoro de nuestra fe y no lo expongamos a doctrinas complicadas y extrañas. Cumplamos con rigor los mandamientos. ¡La vida eterna está en juego! (Art. recogido de Betania)