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sábado, 24 de julio de 2010

MATRIMNIO

Iglesia Viva 22.7.10. Se iniciaron —problemas en el matrimonio— con una cierta frialdad en la relación; se sentían distantes. Se perdió la frecuencia del diálogo amoroso y desinteresado. Un ambiente enrarecido envolvía la casa: ¡pobres hijos inocentes! Todo envuelto en tensión interior, malestar. Se retrasaba la llegada a la casa…

¿Crisis? Abusamos de este término: una dificultad – contra tiempo – discusión… no son “crisis”. Esta se presenta cuando en realidad los fundamentos ya se resisten.

Los motivos pueden ser varios, que en principio no suponen culpa.
. Veamos:

Previo: “Me casé y no me casé”: “Aquel embarazo no deseado, precipitó las cosas. Faltó una personalidad fuerte desafiando maliciosos comentarios, miradas especiales… La presión de los padres nos llevó al matrimonio. Pero al no darse las condiciones todo funcionó mal. El fingir un amor, que no lo era sino una “aventura” pasional, no se mantiene largo tiempo”. ¡Qué lamentable la preocupación excesiva por nuestra imagen y el terror de algunas a ser madres solteras!
Pero incluso partiendo de una unión de vidas seria y profunda, de una decisión madura precedida de un noviazgo profundo – sincero, se pueden presentar problemas en la pareja, de diversa importancia, que provocan el malestar al que más arriba nos referíamos.

Motivos posibles: Muchos tienen – tenemos variaciones en nuestra psicología. Frecuentemente no aclaradas racionalmente.

¿Nuestro inconciente? ¿Desajustes endocrinológicos?
El hecho es que desaparece la deseada estabilidad de carácter.

Un ejercicio de la profesión, invasiva, perjudica a la pareja y a los hijos.

La intromisión de familiares es muy negativa. Algunos, ya realizado el matrimonio, siguen con su cordón umbilical intacto. La influencia de malos amigos lo empeora. El abuso de la bebida llega a hacer dolorosa la convivencia. Y, en mirada profunda, si se abandona la vida feliz de fe, el contacto gratificante con el Padre Dios en la oración diaria, la frecuencia de la Sagrada Comunión… ¿Con qué fuerzas contamos? “Los humanos, en frase de Arthur Welff, somos mitad de acero, mitad de barro”. Amigos lectores lo experimentamos frecuentemente.

Caminos de mejora – superación:

 El sol se oculta pero sigue. Reaparecerá. Tengamos paciencia.

 Primera actitud: “Yo, la posible causa”, no la de él – ella o de otros.

 No tomar decisiones en esta época nebulosa. Mucho menos pronunciar la negra palabra: Divorcio.

 Compartir con alguien de total confianza, como consejero matrimonial, sacerdote amigo…

 Evitar absolutamente discutir – peleas delante de los hijos.

 En el intercambio de pareja no herir ni usar términos que sabemos humillan y duelen.

 En discrepancia de opiniones, ceder y ceder todo lo posible. Perdemos 10 puntos y ganamos 100. Excelente negocio!

 No abocarnos en tal proporción a los hijos que marginemos al cónyuge.

Concluyamos: Aceptemos que la vida matrimonial al igual que la sacerdotal, dentro de su felicidad, incluye cruz, sufrimiento y dolor. Este es el precio de Cristo Jesús, el Señor, por su fidelidad al Padre Dios y a nosotros.

Una dosis de humor es siempre beneficiosa, nos serena: “No crea Ud. que por casarse ya es un buen esposo – esposa; del mismo modo que comprar un piano no le vuelve un pianista”. (Michael Levine).

Esperemos con fe, de nuevo aparecerá el sol.





¿Y Ud. qué dice?

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