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sábado, 5 de junio de 2010

CORPHUS CHRISTI - PADRES DE LA IGLESIA

San Juan Crisóstomo: «Se los da a la muchedumbre por medio de sus discípulos, honrándolos así, para que no olviden el milagro que se ha verificado. No hizo de la nada aquellos alimentos para dar de comer a la muchedumbre, a fin de cerrar la boca del maniqueo, el cual dice que es ajena a Él toda criatura. Y también para demostrar que Él es quien da de comer y el mismo que dijo: “Produzca la tierra” (Gén 1,11). Multiplica también los peces, para dar a entender que no sólo se extiende su dominio a la tierra, sino que también a los mares. Ya había hecho milagros en beneficio de los enfermos, ahora los hace en beneficio de los que no están enfermos, pero que necesitan alimento».

San Gregorio Niceno: «El Señor saciaba la gran necesidad de aquellos para quienes ni el cielo llovía maná, ni la tierra, según su naturaleza en aquel sitio, producía qué comer. Pero el beneficio afluía de los graneros inagotables del divino poder. El pan se prepara y se hace en las manos de los ministros y además se multiplica, saciando el hambre de los que lo comen. Tampoco el mar administraba a la necesidad de ellos el alimento de sus peces, sino el que puso los peces en el mar».

San Ambrosio: «Aunque esta muchedumbre no es alimentada todavía con los manjares más nutritivos. Porque el primer alimento, a manera de leche, son cinco panes; el segundo siete; el tercero el Cuerpo de Cristo, que es el alimento más sólido. Si alguno se avergüenza de pedir pan, que deje todas sus cosas y acuda a la palabra de Dios. Pues cuando alguno empieza a oír la Palabra de Dios, empieza a tener hambre. Empiezan los Apóstoles viendo de qué tiene hambre. Y si aquellos que tienen hambre aún no entienden de qué lo tienen, Cristo lo sabe: sabe que no tienen hambre de alimento temporal, sino del alimento de Cristo. Los Apóstoles aún no habían comprendido que el alimento del pueblo fiel no era venal; pero Cristo sabía que nosotros seríamos redimidos y que sus banquetes serían gratuitos».

San Jerónimo: «Sin duda, el texto: “Quien come mi Cuerpo y bebe mi Sangre” (Jn 6,56) encuentra su total aplicación en el Misterio Eucarístico... Cuando acudimos a los sagrados Misterios, si cae una partícula, nos inquietamos... La Carne del Señor es verdadero manjar y su Sangre verdadera bebida. Nuestro único bien consiste en comer su Cuerpo y beber su Sangre».

San Juan Crisóstomo: «No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas».

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