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domingo, 18 de octubre de 2009

LA VOZ DE NUESTRO PASTOR DON MANUEL

Muy queridos catequistas:

En primer lugar, una palabra que expresa un reconocimiento obligado: ¡Gracias!. Este es el primer sentimiento que me embarga al pensar en vosotros y al escribiros esta carta. Muchas gracias por vuestra disponibilidad y por vuestro trabajo tan eficiente y generoso. Tenéis una hermosa tarea: estar al servicio del anuncio del Evangelio; ayudar y acompañar a otros en el camino de crecimiento en la fe; conducir y llevar a otros a Jesús.
Hace unos días, concretamente el domingo 4 de octubre, se celebraba en las diócesis aragonesas el día de la educación en la fe. Año tras año, esta jornada sirve de lanzamiento y de animación de la actividad catequética  para el nuevo curso, a la vez que indica objetivos y acciones comunes.


En ella se nos daba a conocer el hermoso lema de la catequesis para este año, un lema que hace nuestra la profesión de fe de Tomás: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28). El Papa Benedicto XVI, en sus catequesis sobre los Apóstoles, nos recuerda la importancia de esta experiencia para nosotros: primero, porque nos conforta en nuestras inseguridades; en segundo lugar, porque nos demuestra que toda duda puede tener un final luminoso más allá de toda incertidumbre; y, finalmente, porque las palabras  que Tomás le dirige a Jesús nos recuerdan el auténtico sentido de la fe madura y nos alientan a continuar, a pesar de las dificultades, por el camino de la fidelidad a Él.
Con este deseo quisiera plantearos tres cuestiones que me parecen particularmente  importantes en el momento catequético que atraviesa actualmente  la Diócesis: 
1.- El anuncio, la transmisión y la vivencia del Evangelio se realizan en el seno de una Iglesia particular o diócesis (cf. DGC 217). Por eso, el Envío de los catequistas es un acontecimiento muy especial: la Iglesia local elige, da la responsabilidad y envía a unos miembros suyos para que anuncien a los adultos, a los jóvenes y a los niños la Buena Nueva de Jesús.

En unos casos se trata de preparar para un sacramento de la iniciación cristiana; en otros, de avivar la fe con una catequesis permanente. La vitalidad  de la fe de los catequizandos depende, al menos en gran parte, de
la acción y del testimonio de vida cristiana de los catequistas. Ser catequista y hacer catequesis no son un simple gusto o un tozudo empeño de la persona. Ambas cosas nacen de una llamada del Señor y, por tanto,
constituyen una auténtica vocación. La respuesta desinteresada y gozosa de los catequistas es un motivo de acción de gracias para toda la comunidad diocesana.
2.- El pasado 19 de junio, el Papa proclamaba oficialmente un ‘Año Sacerdotal’. Este hecho tiene también una incidencia importante para la catequesis. Los sacerdotes están llamados a ser pastores y educadores
de la fe en el seno de la comunidad cristiana. La experiencia muestra que la calidad de la catequesis de una comunidad depende, en gran medida, de la presencia y de la acción del sacerdote. Como catequista de
catequistas, a él corresponde suscitar el sentido de la responsabilidad común hacia la catequesis, una tarea que atañe a todos; cuidar la orientación de fondo de la catequesis y su adecuada programación; velar por
la formación de los catequistas, dedicando a esta tarea los mejores recursos (cf. DGC 224-225).

3.- Finalmente, es necesario subrayar la estrecha relación que une la catequesis con el recientemente aprobado y ya presentado Plan diocesano de Pastoral. Sin duda alguna, una de nuestras tareas consiste en
garantizar la vinculación de la catequesis con el Plan de Pastoral y ayudar a los catequistas a ser cooperadores activos de este proyecto común.

La solicitud de los pastores hacia la catequesis llega hasta allí a donde llega la acción catequética. La primera línea de acción de nuestro Plan: “Cuidar de modo especial los procesos de iniciación cristiana”, con sus
objetivos encaminados a velar por la continuidad de estos procesos y a reivindicar el papel de la familia en los mismos, toca en la línea de flotación de la acción evangelizadora de la Iglesia. Entre todos tendremos
que buscar los medios más aptos para hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la iniciación a la vida cristiana, prestando atención a los signos de los tiempos. Mucho ayudarán en esta tarea la difusión y la implantación del nuevo Catecismo para la iniciación cristiana y el material de apoyo preparado por nuestra Delegación Diocesana de Catequesis, en concreto el cuaderno de trabajo “Queremos ver a Jesús”. De sobra sabemos que estos instrumentos y, en particular, el propio testimonio son el catecismo vivo que nuestro mundo necesita leer.

Queridos hijos e hijas, ya en la Introducción al Plan de Pastoral os invitaba a recorrer este nuevo período con ilusión y esperanza. Catequistas: “Llenad vuestro nombre”, escuchad en vuestro interior la llamada
de Dios a hacer resonar el Evangelio de la vida y de la esperanza.
Pido a Dios Padre bendiga a todos los que estáis destinados al servicio de la catequesis, para que, cumpliendo fielmente la tarea que se os confía, proclaméis a Jesucristo y deis, así, gloria a Dios, autor y amigo de la vida.
Con la mayor alegría os convoco a la Misa de Envío de catequistas, que, como ya sabéis, celebraremos el próximo sábado, día 17 de octubre, a las 19 horas, en la parroquia de Cristo Rey, de Zaragoza.

† Manuel Ureña, Arzobispo de Zaragoza

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