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jueves, 24 de septiembre de 2009

MI CUARTO AÑO GRACIAS JESUSIN

Un año mas que pasa, un año mas consagrandote Señor, un año mas en que te entrego mi vida, esta vida que tu mismo me regalaste, te lo doy por entero a ti, Gracias por todo lo que eh pasado, por las alegrias, las tristezas y sobre todo te doy gracias porque me enseñas con sabiduria que mis errores me hacen madurar. Solo te pido una cosa Señor, que nunca me abandones, que nunca me dejes solo en este camino tan pedregozo que tu amor sea el amor que de a los demas.
Duc in Altum eso quiero ser remar cuanto mas profunda sean las nocivas vidas de los demas, entrar a ellas sin ser de ellas.
Madre mia graicas por ser mi madre y no abandonarme nunca,
Vos sos mi madre la que me acompano desde que llegue al mundo,
vos fuite la que me llevo de la mano hasta el altar gracias por estos años de sacerdocio.



: “Sacerdocio y Eucaristía están sumamente ligados. No nos hicimos sacerdotes para ser maestros, dirigir un hospital u organizar muchas obras sociales, en beneficio de los pobres, sino para poder celebrar la Eucaristía y perdonar los pecados”.

Hugo Wast, laico comprometido con Cristo y su Iglesia, escribió las siguientes maravillosas meditaciones sobre el sacerdocio: “Ni la Santísima Virgen puede hacer lo que hace un sacerdote; ni los ángeles, ni los arcángeles, ni Gabriel, ni Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer, pueden hacer lo que hace un sacerdote. Nuestro Señor Jesucristo, en la última cena, realizó un milagro más grande que la creación del universo con todos sus esplendores, y fue convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo; y que este portento ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote.

Un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él.

Un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey; y no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí repitiendo el mayor milagro de Dios.
"La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha." (Mt. 9:37-38).

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