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martes, 23 de septiembre de 2014

EL DIA QUE ME VOLVI INVISIBLE

No sé ni en qué día estamos. 
En esta casa no hay calendarios, y en mi memoria los días están hechos una maraña. Me acuerdo de esos calendarios grandes, unos primores, ilustrados con imágenes de los santos que colgábamos al lado del tocador...
Ya no hay nada de eso, todas las cosas antiguas han ido desapareciendo.
Y yo, yo también me fui borrando sin que nadie se diera cuenta.
Primero me cambiaron de cuarto, pues la familia creció. Después me pasaron a otra más pequeña aún, acompañada de una de mis biznietas.  Ahora ocupo el cuarto de los trebejos, el que está en el patio de atrás.
Prometieron cambiarle el vidrio roto de la ventana, pero se les olvidó, y todas las noches por allí se cuela un airecito helado que aumenta mis dolores reumáticos.
Desde hace mucho tiempo tenía intenciones de escribir, pero me he pasado semanas buscando una pluma, y cuando al fin la encontraba, yo misma volvía a olvidar en dónde la había puesto. 
A mis años, las cosas se pierden fácilmente, claro que es una enfermedad de ellas, de las cosas, porque yo estoy segura de tenerlas, pero siempre se desaparecen.
 
La otra tarde caí en la cuenta de que también mi voz ha desaparecido.  Cuando les hablo a mis nietos o a mis hijos, no me contestan.  Todos conversan sin mirarme, como si yo no estuviera con ellos, escuchando atenta lo que dicen.
A veces intervengo en la conversación, segura de que lo que voy a decirles no se le ha ocurrido a ninguno y que les van a servir de mucho mis consejos, pero no me oyen, no me miran, no me responden. Entonces, llena de tristeza, me retiro a mi cuarto antes de terminar de tomar la taza de café. Lo hago así de repente, para que comprendan que estoy enojada, para que se den cuenta de que me han ofendido y vengan a buscarme y me pidan disculpas.
Pero nadie viene.

 
El otro día les dije que cuando muriera entonces sí que me iban a extrañar. El niño más pequeño dijo: “¿Ah... es que tú estás viva, abuela?”.  Les cayó tan en gracia que no paraban de reír.  Tres días estuve llorando en mi cuarto, hasta que una mañana entró unos de los muchachos a sacar unas llantas viejas y ni los buenos días me dio.
Fue entonces cuando me convencí de que soy invisible. 


Me paro en medio de la sala para ver si aunque sea estorbo, pero mi hija sigue barriendo sin tocarme. Los niños corren a mi alrededor, de un lado al otro, sin tropezar conmigo.
Cuando mi yerno se enfermó, tuve la oportunidad de serle útil: le llevé un té especial que yo misma preparé. Se lo puse en la mesita y me senté a esperar que se lo tomara. Sólo que estaba viendo la televisión y ni un parpadeo me indicó que se daba cuenta de mi presencia. El té, poco a poco se fue enfriando. Mi corazón también.

Un viernes se alborotaron los niños y me vinieron a decir que al día siguiente nos iríamos todos de día de campo. Me puse muy contenta ¡Hacía tantos años que no salía, y menos al campo! Entonces el sábado fui la primera en levantarme. Quise arreglar mis cosas así que me tomé mi tiempo para no retrasarlos.

Al rato entraban y salían de la casa corriendo y echaban bolsas y juguetes al coche. Yo ya estaba lista y, muy alegre, me paré en el zaguán a esperarlos. Cuando arrancaron y el auto desapareció envuelto en el bullicio, comprendí que yo no estaba invitada, tal vez porque no cabía en el coche o porque mis pasos tan lentos impedirían que todos los demás corretearan a gusto por el bosque.
Sentí clarito cómo mi corazón se encogió. La barbilla me temblaba como cuando uno ya no aguanta las ganas de llorar. 
 
Vivo con mi familia y cada día me hago más vieja, pero cosa curiosa, ya no cumplo años. 
Nadie me lo recuerda. Todos están tan ocupados. Yo los entiendo, ellos sí hacen cosas importantes. Ríen, gritan, sueñan, lloran, se abrazan, se besan. Yo ya no sé a qué saben los besos. Antes besuqueaba a los chiquitos, era un gusto enorme el que daba tenerlos en mis brazos como si fuesen míos. Sentía su piel tiernita y su respiración dulzona muy cerca de mí. La vida nueva se me metía como un soplo y hasta me daba por cantar canciones de cuna que nunca creía recordar...
Pero un día mi nieta, que acababa de tener a su bebé, dijo que no era bueno que los ancianos besaran a los niños, por cuestiones de salud.
Ya no me les acerqué más, no fuera ser que les pasara algo malo a causa de mis imprudencias. ¡Tengo tanto miedo de contrariarlos! 
Ojalá que el día de mañana, cuando ellos lleguen a viejos... Sigan teniendo esa unión entre ellos para que no sientan el frío ni los desaires.
  • Que tengan la suficiente inteligencia para aceptar que sus vidas ya no cuentan, como me lo piden.
  • Y Dios quiera que no se conviertan en "viejos sentimentales que todavía quieren llamar la atención".
  • Y que sus hijos no los hagan sentir como bultos para que el día de mañana no tengan que morirse estando muertos desde antes... como yo.
Silvia Castillejos Peral

¡Vamos a cuidar a nuestros mayores!

Comparto con vosotros esta reflexion maravillosa, ojala  podamo tomar  encuenta  cada uno de estas  palabras; es necesario tomar conciencia de  las personas mayores que muchas  veces  hasta parece ser que son molestas  pero  no olvides que  tambien llegaras a esa  edad  que ellos  nuestra  historia  viva, ellos  dieron  su  vida  y  ahora nos toca  cuidarlos.

5 comentarios:

  1. Me ha conmovido mucho esta entrada.....y pensar que es una realidad me pone muy triste.Saludos

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  2. Hola, uffffffffffffffff, sinceramente es un escrito que llega al alma.
    Es incomprensible que un abuelo/a pueda ser invisible. Ellos que tienen tanta sabiduría y pueden enseñarnos tanto es conveniente preguntarlos y quererlos.
    Mi padre ya es mayor y para nada es invisible. Realmente tiene que ser lamentable que tu familia no te vea ni te escuches cuando incluso con el silencio estas pidiendo a gritos un beso o un poco de atención.
    Llevo más de doce años visitando a una abuela como voluntaria, jamás pensé que fuera invisible y en la residencia donde está tampoco lo es. Tampoco ninguno de los residentes que comparten con ella el salón en donde hacen vida social.
    Creo que esta carta, este texto deberíamos de leerlo todas las personas que tenemos algún familiar anciano en casa.
    Cambiaría mucho la forma de tratarlos y ellos estarían mejor y se sentirían uno más de la familia.
    Gracias por compartirlo.
    Saludos

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  3. Me ha emocionado leer este escrito. Con tanto saber y tanto adelanto dejamos a un lado el cuidado de nuestros mayores. Sin darnos cuenta de la importancia que tiene cuidarlos y darles todo el amor del mundo.
    Un afectuoso saludo.

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  4. Gracias por tu visita
    La realidad que nos das hoy es dolorosisima
    Pero creo que cada uno de nosotros tiene que ir dandose el lugar en este mundo.
    Se van dejando y desapareciendo cosas pero aun nos tenemos y a nuestra alma y la oracion y a Jesus que nos acompaña
    Debemos prepararnos para estos años que van avanzando y en especial sabernos dar sin temores ni rencores,tampoco esperando recibir.
    Trato deser lo mas independiente posible, aunque hay cosas quelentamente tengo que aceptar que me ayudan.
    Vivo el dia con intensidad y agradeciendo a la mañana y a la noche a nuestro Señor por haberme permitido vivir un dia más.
    Tenemos que saber que lentamentevamos siendo invisibles y......hacernos de un hobbi, contactarse con alguna amiga, cultivar aunque sea una maceta.
    Y....tener la presencia de animo para sabernos dar el lugar que nos corresponde.

    Gracias por siempre estar

    Martha Rita

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  5. Has reflejado muy bien la realidad de la vida.
    Las manos juntas del que "viene y el que se va", son muy conmovedoras.
    Esa viñeta siempre me ha gustado mucho.
    Recuerdo un escrito de Baltasar Gracián, que definió la vida de una forma jocosa:
    "A los 20 años, somos pavos reales. A los 30 leones. A los 40 camellos. A los 50 serpientes,
    A los 60 perros. A los 70 monos y a los 80... NADA.
    A mi me falta poco para llegar al ...NADA
    Abrazos

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