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sábado, 28 de agosto de 2010

REFLEXIÓN DOMINICAL: INVITADOS A LA MESA DE LOS POBRES

REFLEXION TOMADA  DE  LA PAGINA    http://www.infodecom.com/  de la  conferencia  episcopal de  bolivia...

SANTA CRUZ - infodecom


Dos parábolas con sus correspondientes exhortaciones aparecen en el evangelio de este domingo (Lc 14, 7-14). En ambas se trata de un banquete, de una boda y una cena. En la primera se exalta la virtud de la humildad como actitud fundamental de los invitados a la boda y del comportamiento cristiano, en la segunda se exhorta a los anfitriones a invitar a los pobres, lisiados, cojos y ciegos, porque ninguno de ellos puede recompensar nada, de modo que el gran valor destacado por Jesús al hablar del Reino de Dios es la gratuidad.



Poner a los pobres como objetivo prioritario de la mesa compartida de nuestra tierra sigue siendo el gran desafío de la economía de nuestro mundo globalizado. El carácter festivo y universal de la mesa común es un rasgo que define la presencia salvadora de Dios en el mundo. Sin embargo, los pobres, sólo por el hecho de ser tales, son, en la perspectiva del evangelio, los primeros en el Reino de Dios. El Dios de Jesús no quiere los protocolos de nuestros banquetes, porque para él los últimos serán los primeros, es decir, los que no cuentan en la sociedad, los marginados y excluidos, son sus predilectos. Por eso Jesús proclama dichosos a los que asuman esa nueva visión del panorama social y actúen de esa forma, y no deja de criticar abiertamente a los que pretenden copar los primeros puestos en los banquetes y sostienen ese sistema excluyente de relaciones humanas.



Una simple mirada a nuestro mundo nos sigue revelando las enormes desigualdades entre los enriquecidos y los empobrecidos, ya sean éstos, países, pueblos o personas. Especialmente es clamorosa la injusticia imperante entre el primer y el tercer mundo. Dos mundos separados por un gran abismo, que no es ni la línea del ecuador, ni la de los trópicos, ni la franja del Mediterráneo o la del Caribe, sino la del corazón de los seres humanos que tantas veces, insensatos y arrogantes, sigue anteponiendo la soberbia, la codicia y la obstinación ciega (Si 3,17-33) del sistema económico reinante y mortal en toda la tierra, a la inversión de valores propuesta por Jesús, para el cual la humildad, la solidaridad y la gratuidad son las características fundamentales de la mesa compartida.



El mensaje de la prioridad de los últimos y de los pobres como propuesta alternativa al mundo injusto también ha sido y sigue siendo acogido con alegría por una muchedumbre innumerable de espíritus justos que han sido transformados (Heb 12,23) por la palabra y el Espíritu de Jesús. Éste es mediador de una Alianza Nueva porque el espíritu que le llevó a derramar su sangre en la cruz consumando el amor nupcial de Dios con la humanidad ha sido comunicado al corazón de los hombres haciéndonos capaces de vivir la gran alegría de ese amor en la gratuidad, en la humildad y en el perdón, como valores humanos que impregnan un dinamismo nuevo y una nueva visión de la realidad. Desde esta Nueva Alianza, celebrada en cada Eucaristía, banquete de bodas por antonomasia de la vida cristiana, es posible renovar, en comunión con el Señor y con la Iglesia, la esperanza inquebrantable en que, desde la montaña de Sión, desde la ciudad de Jerusalén, es decir, desde el encuentro con Jesús en su pasión colmada de amor, caminamos a la ciudad del Dios viviente, a la reunión de los que han sido transformados por el espíritu de la justicia consagrando su vida a los últimos.



Quiero destacar particularmente hoy la humildad, la solidaridad y la gratuidad de la que dan testimonio a favor de los últimos, los voluntarios y voluntarias que se entregan a la causa de los pobres, y poniendo en práctica el Evangelio, en cualquier lugar del planeta. Desde Bolivia, y más concretamente desde nuestra casa Oikía, en Santa Cruz de la Sierra, una casa de acogida a los niños de la calle, exponente significativo de los más pobres y marginados en este tipo de ciudades, es encomiable el testimonio solidario y entusiasta, humilde y gratuito de los que trabajan como educadores y colaboradores en este proyecto y de las personas generosas y solidarias que nos apoyan haciéndose auténticos prójimos samaritanos de todos los niños marginados. En nuestra casa un grupo de jóvenes y adultos, formado por una veintena de personas, en su mayoría universitarios, bolivianos y europeos, capitaneado por Daniel, el director, liberan gran parte de su tiempo para servir a los chicos y chicas de la calle e invitar a la mesa cada día a los más pobres. Por todos ellos, por el espíritu que les impulsa y por el entusiasmo de su entrega doy gracias a Dios de todo corazón, al igual que hacen espontáneamente nuestros niños al bendecir el pan en nuestra mesa compartida en la gratuidad.

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